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Por Miguel de Luis Espinosa

Os acordaréis del Titanic. La historia es muy conocida y la moraleja parece de cuento. El barco insumergible se estrella con un traidor iceberg y cuando la gente intenta salvarse en los botes salvavidas no hay para todos.

Los botes salvavidas nunca hubieran tenido que hacer falta. Con no tratar de batir un récord de velocidad el barco se hubiera salvado. Tan fácil como eso.

Mirad, la solución a los huérfanos no es el orfanato. Es poder seguir viviendo con su familia. O, a falta de ésta, encontrar otra. Tendríamos que hacer muchas cosas bonitas antes que los orfanatos. Como arreglar la economía, acabar con el hambre y alcanzar la paz universal. Pero mientras tanto, vamos a seguir necesitando botes salvavidas. Vamos a seguir necesitando orfanatos u otro tipo de programa equivalente.

De lo contrario, ¿sábeis lo que va a pasar? En el caso del Titanic la gente se ahogaba o moría congelada. En cuanto a los niños, bueno: Si la institución no es buena se lanzarán a la calle. Para vivir y buscarse la vida allí.

De las historias que me han contado niños de la calle recuerdo varias que pasaban por algún tipo de institución. Eran relatos muy parcos en detalles, vagos, como de quien está ocultando algo. La cabeza solía estar mirando al suelo, la mirada esquivaba mis ojos y tenía que ensachar mis orejas para poder oirles. Y algo no debería estar bien para acabar durmiendo entre insectos y oscuridad. Quien haya visto «Los niños de la estación Leningradsky«, quizás pueda comprender de que hablo.

También, hay otros niños que se quedan en instituciones malas. La mayoría, por lo que tengo entendido. Pero las perspectiva al salir de una mala institución suelen ser un circulo vicioso de marginación, paro y cárcel.

Y a veces, lo único que necesita una personita es otra persona que realmente le importe. Alguien como tu, o incluso alguien tan poca cosa como yo.

Es que no piden mucho. ¿Habéis visto a un niño durmiendo con un balón como si fuera un osito? A lo mejor no, porque estamos acostumbrados a niños que, en realidad, le sobran cosas. Bueno, yo sí lo he visto, y me siento muy feliz por ello. Ese balón, lamento comunicarlo, cuesta pasta.

¿Estoy siendo demasiado directo para tu gusto? Para el mío también, pero se siente. Los del Titanic decidieron ahorrar en botes salvavidas y ya vés. Es que en Shushkovo, por ejemplo tenemos unos cuantos niños que ayudar. Y no podemos solos, ¿nos ayudas?

Foto Cortesía

Miguel de Luis Espinosa es escritor, filósofo, voluntario y poeta. Colaborador habitual de la Asociación Nadieshda e «hincha» oficial del equipo de esta ONG. Puedes leer más sobre él en su blog: Sabiduría y Vida.